Me quedo contigo, sana y salva

Querida Flavia, 
No te he escrito hace mucho, no por falta de cosas que contarte sino realmente falta de tiempo. Desde que terminó el año hasta ahora no hemos tenido mucho descanso que digamos. 

Esta semana caíste enferma y terminan mos en el hospital por cuatro largos días. Verte con vías en el brazo y cables que salían por todos lados ha sido algo muy duro para toda la familia, apenas tienes un año ocho meses. 

Que fea forma de volver a escribirte, que feo que este sea el motivo. Discúlpame por eso. 

Es un poco paradójico ¿sabes? pasar todo este tiempo encontrando diferentes formas de decirte que “no” sin decirte “no”, maneras de enseñarte cómo hacer las cosas sin imponernos, de agacharnos para darte explicaciones hasta de lo más mínimo. Para que llegue de repente un virus de la nada que nos obligue a sostenerte la cabeza mientras gritas cuando te toman los rayos X, a hacerte peso con mi cuerpo con cada cambio de medicina. Año ocho meses tratando de que nada sea un trauma que se fueron a la basura en tan solo cuatro días. 

Por el lado positivo tienes padres maduros y con un autocontrol enorme: No matamos a ninguna de las enfermeras que te sacaron sangre ni a las que te hacían las nebulozaciones. 

Dejando de lado lo que quisiéramos olvidar, me gustaría contarte con lo que me quedo de esta experiencia: 

Como los abrazos de pasillo; no solo los nuestros sino también los de las otras familias, dicen tanto en momentos en que las palabras sobran. Me quedo con el encuentro fortuito con personas que conocemos ¡Qué rico que es encontrarte con una cara familiar y recibir un sincero “¡qué se recupere pronto!”

Nos quedamos sin duda con el apoyo de toda nuestra familia (qué sería de nosotros sin ellos) y con los mensajes de amor y preocupación de todos los que estuvieron pendientes. 

Me quedo contigo en mi pecho y con los upa mami; con la explicación al hospital de “ella nunca durmió en cuna, no le gusta, no va a dormir ahí” en nuestro intento fallido por que te cambiaran a una cama, solo logramos terminar los tres durmiendo en el sofá cama. Me quedo con las lágrimas de alivio y con la fortaleza que no se aún de dónde la sacamos tu papi y yo. 

Me quedo con el trámite de la salida (el proceso más hermoso que jamás me haya tocado hacer), con la seguridad de que alguien nos cuida y de que el instinto materno es real. 

Al hospital Roberto Gilbert le doy las gracias eternas por el cuidado, los juegos y las risas que compartimos a pesar de la preocupación, también un enorme agradecimiento a la enfermera Kathy por haberte sacado las vías mientras dormías, sin ni siquiera despertarte. De todo corazón les expreso, mi enorme deseo de no volver nunca más.  

Antes de que me olvide Flavia, te digo que me quedo con el amor que todo lo puede y sobretodo, que todo lo sostiene. 
Te amo, 

Tu mami 

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